Bailar en la cueva (Jorge Drexler): el disco de "mi" verano.


    Obviamente, no el "disco del verano", categoría que todos los años nos "sorprende" por estas fechas con un recopilatorio a la usanza de cualquier emisora de radio o cadena televisiva, o como mucho, el disco súper ventas de cualquier hortera. De hecho, no es de este año sino de 2014, pero es ahora cuando ha llegado a mis oídos, convirtiéndose en el disco de "mi verano" (o casi mejor, mi disco del verano). Y es que, desde que mi amigo Carlos me lo regalara hace un par de meses, este disquito me ha cautivado.

    Hablamos de Jorge Drexler, al que no había prestado anteriormente mucha atención, absorto tal vez en los muchos artistas que me ocupaban casi al cien por cien hace unos años tras la etapa de Prince y Bowie (Spinetta, Caetano, Fito...). Así que era una de esas asignaturas pendientes, algo que Carlos sabía muy bien...
El momento llegó pues hace unas semanas, y tras una breve primera escucha, decidí echar el disco al coche para reproducirlo una y otra vez en mi trasiego diario al trabajo (la verdadera forma de "machacar" realmente un disco). Y no sólo descubrí canciones magníficas en composición y ritmos, sino unas letras de un nivel realmente muy alto. Sí, estamos ante un compositor de primer orden, y de esos hay pocos. 



     Comenzamos la escucha con Bailar en la cueva. Percusiones  acompasadas a ritmos ancestrales para recordarnos que, desde siempre, llevamos la música en el alma:
Bailar, 
como creencia, como herencia, como juego. 
Las sombras en el muro de la cueva, 

                              girando alrededor del fuego. 


                                  La música bajo los árboles 
y nos siguió por las llanuras. 
La música enseña, sueña, duele, cura: 

Ya hacíamos música muchísimo antes de conocer la agricultura.






     Bolivia nos trae un poco de historia y política para que no olvidemos que el ciclo de los acontecimientos se renueva continuamente. Intervención precisa y preciosa de otro compositor de renombre: Caetano Veloso.
Y el péndulo viene y va 
Y vuelve a venir e irse 
Y tras alejarse vuelve 

Y tras volver, se distancia 


Y cambia la itinerancia 

Y los barcos van y vienen, 

Y quienes hoy todo tienen 
Mañana por todo imploran 

Y la noria no demora 
En invertir los destinos, 
En refrescar la memoria.

Llegamos a Data Data a ritmo de piano y bajo trepidantes. Círculos de poder, lluvia de datos en una caza despiadada donde el glamour y la codicia lo contaminan todo...
     Y aterrizamos en la suavidad de Luna de Rasquí, que nos invita a bailar en el folklore festivo de una luna de verano tropical.

Uno de los puntos álgidos está en Universos Paralelos. Delicia de tema con letra inteligente donde las haya. No hay mucho que añadir a la experiencia vital que todos conocemos: la conciencia echándole un pulso a nuestras pasiones.



Mi anhelo no está


Mi anhelo se fue detrás de ti siguiéndote

Por la avenida

Ha vuelto a pasar
Mi anhelo volvió a tomar su propia decisión
Independiente de la mía
Qué le voy a hacer se trata de ti
Y en eso él y yo
Vos ya lo sabés
Opinamos diferente


Yo contigo mantengo las distancias


Mi anhelo las rompe alegremente

     Ni mucho menos decae la calidad con Todo cae, y así llegamos a otro momento brutal con Esfera, de lo mejorcito del disco.


Tras la prescindible La plegaria del paparazzi llegamos a la excelente La noche no es una ciencia exacta, exquisita metáfora toda ella del difícil proceso creativo de un músico, que podría aplicarse a cualquier artista.




  Y cerramos el círculo con El triángulo de las Bermudas y Organdí. Tan distintas pero... a cuál mejor...
     Sobre todo me ha llamado la atención en haber revivido como hacía mucho tiempo el precioso y paciente itinerario de ir descubriendo y saboreando un disco. Pasar de unos temas a otros, ir descartando algunos de los que fueron favoritos en favor de   otros que no lo parecían tanto... Se necesitan muchas escuchas, cierto, para ir recorriendo este proceso tan vital en los melómanos y que se quedó de alguna forma anclado en la época del vinilo y el cassette. Pero lo que se necesita es, sobre todo, una obra de calidad.

    Y además, a Manolito también le gusta:

   Bravo Carlos,  diste de lleno en la diana, como tantas veces... Feliz verano.

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